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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

San Felipe y las plumas / El amor todo lo disculpa

1) Para saber

Termina el Himno de la Caridad con cuatro expresiones que abarcan la totalidad. La primera dice que el amor “lo disculpa todo”. Significa que no hemos de juzgar, ni criticar, ni de culpar a nadie. Nuestro Señor lo recuerda: “No condenéis y no seréis condenados” (Lc 6,37). O en palabras del apóstol Santiago: “No habléis mal unos de otros, hermanos” (St 4,11).

Dice el Papa Francisco que muchas veces se olvida que la difamación puede ser un gran pecado, una seria ofensa a Dios, cuando afecta gravemente la buena fama de los demás. Pues difamar significa dañar su “fama” cuando se habla mal de los demás, haciéndolos quedar mal, aunque sea verdad lo que se dice.

2) Para pensar

Se cuenta que había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que éste había alcanzado.

Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a san Felipe Neri, a quien le dijo: “Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?”, a lo que respondió el santo: “Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una por una por donde vayas”.

El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas.

Volvió con san Felipe y le dijo: “Ya he terminado”, a lo que le contestó: “Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas”.

El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna.

Al volver, le dijo San Felipe: “Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a Dios y a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste”.

3) Para vivir

En la vida familiar, y en cualquier convivencia, es común observar los defectos o errores de los demás. Y por ser defecto, es natural no querer que hubiera tal defecto. Pero un hecho desagradable no hace la totalidad de esa relación ni de esa persona. El otro no es sólo eso que a mí me molesta. Es mucho más que eso.

Por la misma razón, no podemos exigir que el amor de los demás sea perfecto. Nos aman como son y como pueden, con sus límites, pero que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real. Es real, pero limitado y terreno… el amor vive con la imperfección, la disculpa todo y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado. Por ello, la debilidad y errores de los demás no hay que sacarlos de contexto ni agrandarlos.

Dice el Papa Francisco que los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentando mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores… guardan silencio para no dañar su imagen y saben colocar esos defectos, debilidades y errores en su contexto, recordando que son sólo una parte, no la totalidad del otro. Pues un hecho desagradable en la relación no es la totalidad de esa relación. Teniéndolo en cuenta facilitará la convivencia con los demás.

 

@voxfides

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