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Santísima Trinidad

La Belleza de la Liturgia (16). A la caza del salmón

1) Para saber

Hace poco un amigo me recordó la manera en que los osos esperan su comida en medio del río. Los salmones vienen nadando contra corriente remontando el río, y al encontrarse con una pendiente cuesta arriba, si quieren remontarla, no les queda otra que saltar saliendo a la superficie un momento. Los osos están metidos en el río en la parte de arriba esperando ese momento en que saltan los salmones a la superficie para atraparlos con el hocico y darse su festín.

Guardando las debidas proporciones, así como el oso está a la espera en cualquier momento para aprovecharlo, así podría estar el fiel que acude a una ceremonia litúrgica para aprovechar la gracia que nos viene de Dios. Si está distraído no aprovechará esos bienes, se les escaparán: puede ser una oración, un acto de contrición, una bendición, etc. El papa Francisco nos exhorta a conocer el sentido de la liturgia para poder participar vivamente y de un modo más fructífero. Se nos facilitará, dice, si comprendemos mejor los textos eucológicos. Pero, ¿qué es la eucología? Veamos.

2) Para pensar

Eucología tiene sus raíces de dos palabras griegas: euché, que significa “oración” y logos que se entiende como discurso, palabra, tratado… Así, eucología es el tratado que estudia las oraciones y las leyes que rigen su formulación.

También se puede entender la eucología como el conjunto de oraciones contenidas en el formulario litúrgico. Al conjunto de esos textos se llama depósito eucológico. La Eucología suele dividirse en dos: la mayor y la menor. A la Eucología menor le pertenece el conjunto de las oraciones simples, por ejemplo, la oración colecta o la oración sobre las ofrendas, la oración después de la comunión. A la Eucología mayor le pertenecen las oraciones más complejas como la plegaria eucarística, el prefacio, etc.

3) Para vivir

En una celebración litúrgica importa comprender, por ejemplo, a quién nos estamos dirigiendo. Podríamos decir que a Dios, pero la Iglesia nos lleva a distinguir a qué Persona divina en concreto. Por ejemplo, si nos fijamos en la oración colecta, veremos que siempre está dirigida a Dios Padre, y termina acudiendo a la intercesión de Jesucristo: “Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos”. Distinguimos a las distintas Personas de la Santísima Trinidad. No se trata solo de dirigir la oración a Dios, sino a una de las Personas (el Padre) y luego pedimos la intercesión de la otra (el Hijo). Así, la Liturgia nos lleva a tratar a cada una de las Personas divinas. En nuestra vida de oración, también podemos distinguir a cada una de las Personas divinas.

Nos dice san Josemaría: “El corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo…” (Amigos de Dios, n.306).

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