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Contra Dios

Un fraile contra Dios

 

El 31 de octubre de 1517 Martín Lutero hizo públicas sus 95 tesis en Wittenberg (Alemania), produciendo el cisma más doloroso, sangriento y dañino que ha sufrido la iglesia católica. Los muchos mitos que se han difundido sobre este hecho, gracias a la falsa propaganda que el mismo Lutero se encargó de difundir (brillantemente, hay que decirlo) y que los enemigos de la iglesia siguieron manteniendo y difundiendo durante los siguientes siglos, ha conseguido que exista una impresión generalizada de que Lutero “hizo un favor”, a la civilización cristiana con su mal llamada Reforma. Sin embargo, Lutero, en sus escritos nos descubre su verdadero rostro, muy alejado del “gran reformista”.

Y es que acuerdo con la propaganda protestante, Lutero fue un fraile noble y puro que, asqueado por la corrupción, especialmente la relacionada a la venta de indulgencias y a la acumulación de riquezas del Papado, deseo renovar y reformar la iglesia. Lo cierto, es que la falsa iglesia fundada por Lutero, con el respaldo de los príncipes alemanes, nació y creció a la sombra de la corrupción, el apego al dinero, al poder y a los placeres mundanos. Lutero mismo convirtió su convento (antiguo Castillo de Wittemberg) en su lujosa casa particular donde vivió junto a “su mujer” (la monja Catalina Bora) y sus hijos. Lutero mismo confiesa en sus escritos: “Entre nosotros, la vida es mala, como entre los papistas; pero no les acusamos de inmoralidad, sino de errores doctrinales”. Porque no fue la corrupción de la jerarquía sino la sana doctrina lo que Lutero tanto atacó: “Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías”.

Lutero era martirizado por sus terribles escrúpulos. Cito: “…y no amaba, incluso detestaba a Dios como justo y castigador de los pecadores; me indignaba secretamente, si no hasta la blasfemia, al menos con un inmenso resentimiento respecto a Dios”. Esto, aunado a su débil carácter y tendencia hacia los placeres, lo llevó a negar el libre albedrío refugiándose en una visión fatalista de un hombre cuya naturaleza, está tan corrompida, que no puede más que pecar: “Peca y peca fuertemente, pero confíate a Cristo (…) y de Él no nos apartará el pecado, aún si fornicamos y asesinamos miles de veces en un solo día”.

Además, partiendo de la corrupción total del hombre por el pecado original, afirmó que la razón (“la gran ramera”) está tan nublada que es: “como subir un hombre borracho a un caballo; lo subes por un lado, y se cae por el otro”. También afirmó que, debido a que el hombre no es dueño de su voluntad, las obras tanto buenas como malas no contribuyen ni a la salvación ni a la condenación del hombre: “El hombre no posee un libre albedrío, sino que es un cautivo, un sometido y siervo ya sea de la voluntad de Dios, o la de Satanás”. De ahí que afirmara que, para la salvación, basta con tener fe: “sola fide”.

Lutero, quien expresara: “He venido a echar fuego en la tierra”, mandó matar “como a perros rabiosos” a miles de campesinos que, siguiendo su doctrina se rebelaron contra “sus señores”. Además, provocó fanáticas persecuciones entre las que desatacó el asesinato masivo de brujas y hechiceros, así como los linchamientos populares que tuvieron lugar en tierras protestantes debido a la anarquía reinante. Asimismo, contra de la tan cacareada tolerancia protestante, impuso las conversiones forzosas, encontrando, quienes resistieron, no pocas veces la muerte y siempre, tiránicas leyes de discriminación. Y es que Lutero fue un hereje de una soberbia satánica: “Yo, el doctor Lutero (…) hablando en nombre del Espíritu Santo” (…) “No admito que mi doctrina pueda juzgarla nadie, ni aun los ángeles. Quien no escuche mi doctrina no puede salvarse”.

Sin lugar a duda, uno de los daños más grandes que ocasionó Lutero, fue el colocar el libre examen por encima de la autoridad de la iglesia, y por ende de Dios. Como expresó brillantemente Kierkegaard: “Lutero fue el hombre más plebeyo que jamás haya existido; pues, sacando al Papa de su trono, puso en su lugar a la opinión pública”. De ahí que cada uno puede interpretar las escrituras siguiendo su propia inspiración. También de esto se llegó a lamentar: “¿Cuántos maestros distintos surgirán en el siglo próximo? La confusión llegará al colmo”. Así fue. Debido a la Reforma Protestante, en 1600, había más de 100 sectas diferentes. En 1900, ya eran 1000. En 1981, más de 20,700. Hoy, existen más de 33.800 sectas originadas de la fractura que originara el protestantismo, al Cuerpo Místico de Cristo.

Un dato poco conocido es que, al parecer, Lutero no murió de muerte natural, sino que se suicidó. Algunos de los que prestaron su testimonio al respecto fueron; De Coster (médico que lo examinó a su muerte), Ambrosio Kudtfeld (hombre de confianza de Lutero) el sacerdote Bozio, quien afirmó que un doméstico indicó que su señor fue encontrado ahorcado de las columnas de su lecho; lo que también afirmó el doctor Géorges Claudin, entre otros. Y es que, a medida que avanzaba la llamada reforma, se hacían evidentes los daños que había causado su rebelión lo que le llevó a escribir: “Le asusta a uno ver cómo donde en un tiempo todo era tranquilidad e imperaba la paz, ahora hay dondequiera sectas y facciones: una abominación que inspira lástima (…) Me veo obligado a confesarlo: mi doctrina ha producido muchos escándalos. Sí; no lo puedo negar; estas cosas frecuentemente me aterran”. Lutero preveía desastres mayores y como sabemos, en eso, no se equivocó.

Como vemos, el hombre real está muy lejos de la imagen idílica creada por el protestantismo, culpable de romper y ensangrentar la Cristiandad debido a sus grandes errores. De hecho, Lutero fue invitado a exponer sus argumentos por el mismo Carlos V, sin que el primero se retractara de uno solo de sus cuarenta y un errores, los cuales fueron condenados por el Papa León X. Parafraseando a Carlos V; un solo fraile contra Dios, errado en su opinión contra toda la Cristiandad, fue capaz, apoyado por los enemigos de la iglesia, de causar una profunda herida que, siglos más tarde sigue sangrando a través de los muchos errores que, desafortunadamente, se han ido infiltrado, sutil más firmemente, entre los mismos católicos. (De esto hablaremos en la siguiente entrega).

Termino con una frase de San Juan Bosco: “Lutero, con su perverso sistema de someter la palabra de Dios al examen y juicio de cada uno, hizo más daño a la religión católica que todos los herejes de la época pasada; para que se pueda llamar a este apóstata, el primer precursor del Anticristo”.

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