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Clamar Viva Cristo Rey, pero en obras de vida cristiana

En plena etapa de persecución religiosa en México, 1926-1929, se enfrentaban dos clamores, uno del pueblo creyente y otro de los enemigos de la religión católica: “¡viva Cristo Rey!” del pueblo, y “¡viva el Supremo Gobierno!”, de parte de los perseguidores. Este último, quedó en el olvido, dejó de tener sentido una vez terminada la más cruel etapa anticristiana en México. Pero el “Viva Cristo Rey” ni perdió presencia ni la perderá en un pueblo que cree en Él, en Jesucristo. Y con diferentes motivos y ocasiones, y hasta nada más por amor a Dios, el Viva Cristo Rey se continuará gritando.

Cuando el pueblo católico de México gritaba, aún arriesgando libertad, bienes y la propia vida, Viva Cristo Rey, lo decía con absoluta convicción de que Jesús ES rey y que se debía decir. En particular, los hombres y algunas mujeres que participaron en las fuerzas armadas que se enfrentaron al poder militar del gobierno callista, los cristeros, lo tenían como lema y lo repetían una y otra vez. Los líderes o personajes importantes del catolicismo, al ser detenidos y amenazados de muerte, amenaza muchas veces cumplida, en vez de obedecer la petición gubernamental de decir que viva el Supremo Gobierno, repetían una y otra vez: ¡viva Cristo Rey!, y ese grito fue muchas veces lo último que salió de sus bocas antes de ser muertos por las balas del gobierno. Se convirtió en el grito de los mártires.

Pero el mundo ha cambiado, y se puede decir que gritar ¡viva Cristo Rey! no representa ya en general peligro de perder la libertad o la vida. Pero lo seguimos clamando, con o sin motivo de ocasión. Así que ahora decirlo, gritarlo, debe ser también motivo de orgullo, pero con una intención, la verdad, mucho menos peligrosa. Y ésta debe ser la confianza de que Cristo reina en nuestro pueblo. Pero este pueblo de Dios debe convertirlo en la vivencia real, diaria, de los deberes que seguir a Cristo implica. De otra forma, alabar a Cristo, ignorando en la práctica lo que Él desea de nosotros se volvería una falsedad.

Clamar Viva Cristo Rey debe ser la señal de que estamos dispuestos a vivir su reinado en nuestra familia, nuestro entorno, nuestra comunidad, nuestra escuela, nuestro centro de trabajo, nuestra patria. Debe ser una protesta de que estamos dispuestos a ello. A vivir cristianamente nuestras vidas, de otra manera, sería solamente una muestra de euforia, no un compromiso vital. El sentido absoluto de ese clamor debe ser el de hacer todo lo que esté en nuestras manos para que el reino de Cristo sea vivido por nosotros. Es decir, ser buenos cristianos, buenos evangelizadores con el ejemplo de nuestras vidas, buenos prójimos de nuestros prójimos, en acciones de caridad cristiana, de ayudar a quien necesita algo que nosotros podemos dar o hacer, desde cosas materiales hasta espirituales, como el dar a conocer la Palabra de Dios o dar un buen consejo.

Pero si Cristo Rey ya no es esencialmente combatido con armas enemigas, si hay muchos, demasiados intentos de acabar con su reinado en la tierra, aunque en diversas partes del mundo ser cristiano sí es arriesgar la vida misma. Contra Cristo se defiende la muerte, se busca destruir la familia, la creencia y fidelidad a Dios, se ataca a las iglesias, a la libertad religiosa, a la auténtica identidad humana. Y ante estas andanadas, venidas y respaldadas por muchos frentes anti Dios, nos toca usar las armas de la palabra, de la ley y de la Verdad. Esta es la real lucha que enfrentan el país y el mundo. No podemos quedarnos callados. Bajo el lema de Viva Cristo Rey debemos hablar, alto y fuerte si es necesario, y en su caso, afrontar las consecuencias, que van desde las amenazas, el hostigamiento, la privación de la libertad, la pérdida de bienes, y a veces, igual que otros tiempos, perder la vida por defender la Verdad.

Así respaldaremos el clamor de ¡viva Cristo Rey! con nuestra vida, con el ejemplo que evangeliza, con la defensa de Su Verdad y de los más importantes derechos humanos, que son todos conforme a la voluntad de Cristo, como el derecho a la vida, a la familia y a la libertad religiosa.

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