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Papa de la sonrisa

Un nuevo beato. El papa de la sonrisa

1) Para saber

“Deja que tu sonrisa cambie el mundo, pero jamás dejes que el mundo cambie tu sonrisa”. Esta frase atribuida al cantante Bob Marley nos presenta la fuerza e importancia que puede tener una sonrisa. Y es que el pasado domingo 4, en la plaza de San Pedro, el papa Francisco beatificó a Juan Pablo I, conocido como el “Papa de la sonrisa”. Fue elegido como sucesor de San Pablo VI el 26 de agosto de 1978. Aunque su pontificado duró solo 33 días, su rostro sonriente y apacible infundió esperanza y confianza a la Iglesia. Con su nombre había querido rendir homenaje a sus dos predecesores inmediatos: San Juan XXIII, y san Pablo VI que lideraron el Concilio Vaticano II, el evento más importante de la Iglesia en el siglo XX. Siguiendo esa línea su sucesor también adoptó esos nombres, San Juan Pablo II.

2) Para pensar

Candela Giarda es la joven argentina que hace algunos años recibió el milagro necesario para la beatificación de Juan Pablo I. La joven, que hoy tiene 22 años, agradeció al papa Juan Pablo I por esta segunda oportunidad de vida que le dio.

Candela tenía 10 años cuando enfermó con el síndrome epiléptico por infección febril. Es una enfermedad que afecta a una persona en un millón, y por lo general sin posibilidades de sobrevivir. Tenía dolores de cabeza, vómitos, convulsiones y fiebre.

Su mamá, Roxana, solicitó la visita del padre Juan José Dabusti, pues los médicos le habían dicho que no había más que hacer, que era muy difícil que pasara la noche: había quedado en estado vegetativo con solo 19 kilos de peso. El sacerdote la animó a rezar pidiendo la intercesión de Juan Pablo I. Gracias a las oraciones mejoró hasta quedar sana por completo. Hoy Candela tiene hoy 22 años y no tiene secuelas de la enfermedad.

Su mamá Roxana desea que lo que pasó con su hija Cande “ayude a otras personas a tener un poquito más de fe, de esperanza ante los momentos difíciles como los que vivimos nosotras”.

3) Para vivir

El sobrino de Juan Pablo I, Edoardo Luciani, dijo que la vida de Albino Luciani fue un milagro y un signo de la Providencia: “Mi tío pertenecía al grupo de los que suelen morir muy jóvenes. Su salud era frágil y no había los medicamentos de ahora. Sufría de neumonía y pleuresía y pasaba temporadas en el hospital. Cuando nació, ante el inminente peligro para su vida fue bautizado el mismo día. Incluso, por motivos de salud, le desaconsejaron a San Juan XXIII que lo ordenara obispo, pero no obstante decidió hacerlo. Sobre su muerte, se tienen evidencias médicas de que fue muerte natural. Edoardo comentó que la vida de su tío, “es un testimonio de cómo los planes de Dios desafían la lógica humana. Su vida es un testimonio vivo de que lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios”.

A su vez, el Cardenal Stella, postulador de la causa de beatificación, relató que lo conoció desde joven y dijo que fue un sacerdote ejemplar, muy humilde y con una sonrisa constante, fruto de la paz y confianza en Dios. En concreto, resaltó tres características, que podemos imitar para nuestra vida: rezaba mucho, vivía con pobreza y se sentía bien con la gente.

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