huellas
Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Juan, el hombre maduro

1. Después del Gólgota

Acerca de lo que pasó el viernes por la tarde, ahí estaba Ella, junto a la Cruz de Jesús, mientras Él pagaba por nosotros. Ella, su Madre, y Él mirándolo a Juan, -de diez y ocho años-, a todos nosotros, nos la  regaló por Madre y a nosotros nos dio por hijos. 

Nos imaginamos a los apóstoles agobiados. “Y desde aquella hora, el discípulo Juan se la llevó a su casa, la cuidó. Ella cuidaba a los discípulos” (Papa Francisco, octubre 2006) 

¿Qué van a hacer en adelante? No lo saben. No tienen ningún proyecto. Para Juan, María es el proyecto, es su futuro.

El alba del domingo, que es el primer día de la semana, todavía oscuro. María Magdalena se acercó (acerquémonos también nosotros a la piedra viva rechazada por los hombres: 1Pe, 1,22- 2,10), al Señor, al sepulcro a ver como vio Juan que el cuerpo ya no estaba. Corre a decírselo a los discípulos. La reacción de Pedro y de Juan es inmediata: salen de la casa y corren hasta el sepulcro. Juan corre más de prisa que Pedro, seguramente porque es más joven. Se inclina, ve los lienzos, pero no entra. Llega Pedro,  también ve los lienzos. El otro discípulo entró y creyó. ¡Ha resucitado!, como prometió.

– ¿Y Juan dónde estaba?

– Junto a María siempre. Cuidándose mutuamente, como quiso el Maestro

Esta vida oculta es la tercera vocación de Juan. La primera se manifestó tras las huellas del Bautista. La segunda hizo de él un discípulo de Jesús: el predilecto, ¿por qué?: porqué es el único y gran amor de su vida había sido Jesucristo, su corazón había permanecido siempre puro y fiel a esa vocación. La tercera comenzó en el Calvario: la decidió ese hombre atrozmente torturado poco antes de entregar su último suspiro: “Mujer, ahí tienes a tu Hijo; Hijo, ahí tienes a tu Madre”.

María vivió junto a Juan hasta que llegó el momento de su Asunción al Cielo, al ir con su Hijo.

– ¿Cómo?

– Hay dos teorías: La de la “Dormición”: María se duerme y es Asunta al cielo, dormida.

La otra, que María muere, a semejanza de su Hijo, y luego resucita, como Él, y es llevada al Cielo.

“En cuerpo y alma ha subido a los cielos nuestra Madre. Repítele que, como hijos, no queremos separarnos de Ella… ¡Te escuchará!” (Surco 898)

“Assumpta est Maria in coelum, gaudent angeli. María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos. Hay alegría entre los ángeles y entre los hombres (…) celebramos la glorificación de Nuestra Madre y es natural que sus hijos sintamos un especial júbilo, al ver cómo la honra la Trinidad Beatísima”. (Es Cristo que pasa 171).

Pero da igual, el hecho es que Juan se queda “solo”. No se sabe cuántos años a partir de la muerte de Cristo. Juan ha dejado de ser un adolescente; pasa, por la madurez, que ha adquirido, con todas las características de la edad, a partir de los diez y ocho años. Entonces empieza para Juan una vida nueva.

 

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