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Caminemos juntos como discípulos y misioneros
Papa Francisco; Regina Coeli

Papa: la Pascua nos llama a ser personas nuevas

En la Plaza de San Pedro el Santo Padre habla sobre la esperanza, la resurrección de Jesús  Crucificado y que la ultima palabra ya no la tiene la muerte sino la vida.

 

Papa Francisco- Sentimos como dirigida también a nosotros esa invitación a ir enseguida a anunciar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo este mensaje de alegría y de esperanza. ¡De esperanza, de esperanza cierta, porque desde cuando, en la aurora del tercer día, Jesús crucificado ha resucitado, la última palabra ya no la tiene la muerte, sino la vida! ¡Y ésta es nuestra certeza.

 

También explicó que seremos tanto hombres como mujeres de resureccion de vida y sabremos brindar gestos de solidaridad.

 

Papa Francisco- ¡Existe la vida! ¡Esto es comenzar ya a resucitar! Seremos hombres y mujeres de resurrección, hombres y mujeres de vida, si, en medio de las vicisitudes que atormentan al mundo, – hay tantas hoy – en medio de la mundanidad que nos aleja de Dios, sabremos brindar gestos de solidaridad y de acogida, alimentar el anhelo universal de la paz y la aspiración de un ambiente libre de la degradación. 

 

Por concluir, el Santo Padre nos recuerda cómo la Virgen María sufrió por la muerte de su hijo Jesús y a su resurrección.

 

Papa Francisco– Que la Virgen María, testigo silenciosa de la muerte y resurrección de su hijo Jesús, nos ayude a ser signos límpidos de Cristo resucitado entre las vicisitudes del mundo, para que cuantos están en la tribulación y en las dificultades no permanezcan víctimas del pesimismo,  y de nuestra derrota, de la resignación, sino que encuentren en nosotros a tantos hermanos y hermanas que ofrecen su apoyo y consolación. 

 

Texto completo:

 

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

 

En este lunes de fiesta, llamado ‘Lunes del Ángel’, la liturgia hace resonar el anuncio de la Resurrección proclamada ayer: ‘¡Cristo ha resucitado aleluya!’. En el pasaje evangélico de hoy podemos percibir el eco de las palabras que el Ángel dirigió a las mujeres que acudieron al sepulcro: «Vayan en seguida a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos’» (Mt 28,7)

 

Sentimos como dirigida también a nosotros esa invitación a ir enseguida a anunciar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo este mensaje de alegría y de esperanza. ¡De esperanza, de esperanza cierta, porque desde cuando, en la aurora del tercer día, Jesús crucificado ha resucitado, la última palabra ya no la tiene la muerte, sino la vida! ¡Y ésta es nuestra certeza. La última palabra ya no es sepulcro, no es la muerte, es la vida! Por ello repetimos tanto: ‘¡Cristo ha resucitado!’. Porque en Él el sepulcro ha sido derrotado, ha nacido la vida.

 

Afianzados en este evento, que constituye la verdadera novedad de la historia y del cosmos, estamos llamados a ser hombres y mujeres nuevos según el Espíritu, afirmando el valor de la vida. ¡Existe la vida! ¡Esto es comenzar ya a resucitar! Seremos hombres y mujeres de resurrección, hombres y mujeres de vida, si, en medio de las vicisitudes que atormentan al mundo, – hay tantas hoy – en medio de la mundanidad que nos aleja de Dios, sabremos brindar gestos de solidaridad y de acogida, alimentar el anhelo universal de la paz y la aspiración de un ambiente libre de la degradación. Se trata de signos comunes y humanos, pero que, sostenidos y animados por la fe en el Señor Resucitado, adquieren una eficacia muy superior a nuestras capacidades. Y esto es así, porque Cristo está vivo y Cristo obra en la historia por medio de su Santo Espíritu: rescata nuestras miserias, alcanza todo corazón humano y vuelve a donar esperanza a cualquiera que esté oprimido y en el sufrimiento.

 

Que la virgen María, testigo silenciosa de la muerte y resurrección de su hijo Jesús, nos ayude a ser signos límpidos de Cristo resucitado entre las vicisitudes del mundo, para que cuantos están en la tribulación y en las dificultades no permanezcan víctimas del pesimismo,  y de nuestra derrota, de la resignación, sino que encuentren en nosotros a tantos hermanos y hermanas que ofrecen su apoyo y consolación. Que nuestra madre nos ayude a creer firmemente en la resurrección de Jesús: Jesús ha resucitado, está vivo aquí, entre nosotros y esto es un admirable misterio de salvación, y con la capacidad de transformar los corazones y la vida. E interceda en especial por las comunidades cristianas perseguidas y oprimidas, que están hoy en tantas partes del mundo llamadas y un testimonio más difícil y valiente.

 

Y entonces, en la luz y en la alegría de la Pascua, dirijámonos a Ella con la oración, que por cincuenta días, hasta Pentecostés, ocupa el lugar del Ángelus.

 

 

 

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