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Caminemos juntos como discípulos y misioneros
Papa; reforma misionera, Padre Antonio Spadaro

El Padre Spadaro habla de la reforma misionera de Francisco


La conmovedora visita a Auschwitz y a los prófugos en la isla griega de Lesbos; la publicación de la Exhortación Apostólica postsinodal Amoris Laetitia sobre el amor en la familia; el histórico encuentro con el Patriarca Cirilo I de Moscú y la visita a Lund, una de las ciudades más antiguas y principales de Suecia, poco antes de que se cumplieran 500 años de la Reforma protestante, son algunos de los momentos fuertes que protagonizó el Papa Francisco durante el año 2016. Año que, ante todo, se caracterizó por la celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

Alessandro Gisotti entrevistó al  Padre Antonio Spadaro, Director de la revista más antigua en lengua italiana, la“Civiltà Cattolica”, de la Compañía de Jesús:

Yo creo que los dos grandes signos del Pontificado de Francisco sean el discernimiento y la misericordia. La misericordia implica de hecho una profunda reforma, una reforma interior de la Iglesia, la reforma misionera, el giro misionero que el Papa Francisco ha tratado de llevar a la Iglesia desde el inicio de su Pontificado. Y ha hablado de esto ampliamente en la Evangelii gaudium. En el fondo, la misericordia es saber que nada, jamás nada, nos puede separar del amor del Señor que está siempre cerca de nosotros y que nos espera y nos espera siempre. Por tanto, es mostrar el rostro de Dios a una generación, la de hoy, que tal vez lo siente un poco distante, un poco cubierto por una capa de polvo. Misericordia significa que las puertas del corazón de Dios y de la Iglesia están siempre abiertas.

Lesbos, Auschwitz, las zonas afectadas por los terremotos del Centro de Italia… Frente al sufrimiento, Francisco eligió el camino del silencio y de la escucha. ¿Cuál es el mensaje profundo de esta elección?

Francisco no quiere explicar el dolor. Esto es algo que a mí me parece haber comprendido muy bien en su modo de actuar. Es decir, no quiere justificar a Dios, como la antigua teodicea, por el dolor del mundo. Eventualmente quiere mostrar que Dios está siempre cerca de la humanidad que sufre. Y, por tanto, estar en silencio significa no proponer respuestas que reflejan un poco el buenismo, un poco dulces, si queremos, pero de todos modos distantes del sufrimiento. Silencio significa estar cerca y poner la mano con un gesto, diría, terapéutico. Un gesto que el Papa hizo muchas veces y sigue haciendo con la gente, con las personas, y hemos visto, en los muros: en Belén y en Auschwitz… Por tanto, el Papa acaricia las heridas porque ese es el modo de curarlas. Y, en el fondo, la cruz de Cristo es exactamente esto: hacerse cargo de aquel dolor, de aquel sufrimiento que la humanidad vive. De modo que éste no es un silencio vacío: es un silencio lleno de cercanía, de proximidad.

Amoris laetitia es el documento papal publicado en el año 2016 que ha suscitado mayor interés, pero también algunas críticas en el ámbito católico. Este pontificado vive también en sí mismo esta dimensión de tensión. ¿Cuáles son las indicaciones que Francisco ofrece para afrontar esta situación?

En diversas ocasiones el Papa Francisco ha dicho que el conflicto forma parte de la vida, por lo tanto es absolutamente importante en los procesos eclesiales. El Papa, eventualmente, se siente preocupado cuando no se mueve nada, cuando no hay tensiones, a veces cuando no hay oposiciones. Entonces, si el proceso es real, crea tensión efectiva. Amoris laetitia es un documento extraordinario porque en el fondo pone la historia no sólo del pueblo de Dios, sino de cada fiel, en el centro de la relación entre el hombre y Dios. Y por tanto pone el discernimiento como criterio fundamental, y siente, advierte, que la familia es el núcleo central para la sociedad de hoy. Toca tantos temas: el tema de la familia como núcleo central, pero también afronta las situaciones de fractura, de crisis, sabiendo que el Señor habla a cada persona teniendo en cuenta su historia de fe. De modo que también aquí, en esto caso, no se dan normas y reglas generales absolutas, abstractas y válidas en cada situación, sino que esta Exhortación Apostólica es la invitación a cada pastor de hacerse cercano al fiel, hacerse cercano a la historia de cada persona singularmente.

¿Qué es lo que más sorprende de la persona de Francisco, quien hace precisamente pocos días ha cumplido 80 años? ¿Hay algo que lo ha sorprendido de modo especial durante este 2016 que quizá no había viso en los años precedentes del Papa?

Es difícil porque son tantos los elementos de este Pontífice. Tal vez lo que me ha sorprendido más, precisamente este año, en el que cierta conflictividad, al menos en algunos círculos ha surgido, es su serenidad. El Papa está siempre sereno, no está agitado. Se da cuenta de lo que sucede junto a él, incluso de las cosas que podrían causarle menos gusto. Pero al mismo tiempo, jamás pierde la serenidad, nunca pierde la paz. Él dice que come bien, duerme bien, y yo puedo decir que también reza mucho. Entonces esta inmersión suya y radical en Dios, que le da esta gran serenidad, es la cosa que, en verdad, me sorprende más profundamente.

 

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