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Caminemos juntos como discípulos y misioneros

Mirar al que traspasaron / La Cruz no es un adorno más

1) Para saber

En esta Cuaresma, el Papa Francisco invitó a contemplar devotamente la imagen del crucifijo, porque la cruz no es un adorno más para llevar o colgar, sino que es “el símbolo de la fe cristiana, es el símbolo de Jesús, muerto y resucitado por nosotros”.

Podemos traer colgada al cuello o poner en la pared de la habitación, pero no como otro adorno, sino para verla con amor, pues en ella Jesús dio su vida por nosotros.

La cruz cristiana, recordó el Papa, “no es un utensilio de la casa o un adorno para llevar, sino la cruz cristiana es un recordatorio del amor con que Jesús se sacrificó para salvar a la humanidad del mal y del pecado”.

2) Para pensar

Cuando san Juan Pablo II visitó Brasil, quiso ir a un hospital de leprosos. Procuró dar ánimos a los enfermos y moverlos a la esperanza. Entre otras cosas les dijo: “Vuestra enfermedad es una cruz, pero no una ciega fatalidad. El sufrimiento puede convertirse en un principio de gracias y salvación”.

En la capilla del hospital había una rosa pintada llena de espinas que representaba el sufrimiento que crece en el amor y una imagen de Cristo mutilado de brazos y e piernas, ante el que los leprosos rezan una bella oración que data del siglo XIV: «Cristo no tiene manos porque tiene las nuestras, no tiene pies, porque tiene los nuestros, para guiar y conducir a los hombres a su camino».

Pensemos que también Jesús cuenta con nuestras manos y pies para hacer llegar su Amor a los demás.

3) Para vivir

También el Papa Benedicto XVI hace años invitaba para que en el tiempo de Cuaresma mirásemos a Jesús en la Cruz, como dice la Escritura: “mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37): «Dirijamos nuestra mirada, en este tiempo de penitencia y oración, a Cristo crucificado que, muriendo en el Calvario, nos ha revelado plenamente el amor de Dios… La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan junto a Aquel que en la Cruz consuma su sacrificio de su vida para toda la humanidad».

Nuestro Señor le reveló a Santa Gertrudis que quien mira devotamente el Crucifijo, siempre que le mira es mirado por Jesús con Amor.

Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo y filósofo, visitó en una ocasión a otro santo y gran teólogo, San Buenaventura. En su conversación le preguntó Santo Tomás dónde había aprendido la profunda y excelente doctrina que exponía en sus obras. Entonces San Buenaventura le señaló un Crucifijo y le confió: «Este es el libro que me dicta todo lo que escribo. Lo poco que sé, aquí lo he aprendido». Cabe decir que el Crucifijo estaba gastado y ennegrecido por los muchos besos que había recibido.

Por ello San Josemaría Escrivá nos aconseja tener una cruz siempre: “Tu crucifijo. –Por cristiano, deberías llevar siempre contigo tu crucifijo. Y ponerlo sobre tu mesa de trabajo. Y besarlo antes de darte al descanso y al despertar: y cuando se rebele contra tu alma el pobre cuerpo, bésalo también” (Camino, n 302).

 

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