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Reflexiones sobre las elecciones de Estados Unidos

Terminaron las elecciones en Estados Unidos. Perdió Clinton, ganaron los republicanos y queda en suspenso lo que hará Trump. Comparto algunas reflexiones.

1.- Presenciamos campañas pletóricas de violencia verbal y simbólica, caracterizadas por visiones maniqueas. En ambos bandos el mensaje fue el mismo: el que no piensa como yo, merece desaparecer del mapa. La lucha del bien contra el mal; de los salvos contra los réprobos. Asistimos a las batallas puritanas en su más prístina expresión.

2.- La campaña de Clinton hizo alarde de una maquinaria propagandística sorprendente, por lo que sólo nos enteramos de las barbaridades de Trump. Así, la demonización de sus seguidores se consideró “políticamente correcta”. Ellos son racistas, radicales, violentos, intolerantes, enemigos del progreso y de la humanidad. Pero, ¿en verdad esos ciudadanos son lo que se dijo, sin más motivación que sus impulsos fanáticos? ¿La mitad de Estados Unidos carece de corazón y cerebro? ¿Realmente forman parte del universo de los “réprobos” merecedores del infierno?

3.- El que Trump sea un barbaján, no significa que Hillary sea una linda princesa. La agenda que enarbolan los ahora derrotados demócratas no ayuda a la sociedad norteamericana. Una democracia es tan fuerte como vigorosa sea la sociedad civil y, la salud de ésta depende de la autonomía de sus instituciones y cuerpos intermedios como, por ejemplo, las familias, los sindicatos, las universidades, los medios de comunicación, etc. Lo que hemos presenciado en los últimos lustros en Estados Unidos, bajo la bandera “progresista liberal” es la agresiva invasión del Estado a la intimidad de muchas de esas instituciones.

4.- Se trata de una agenda cultural y política intolerante que bien podemos caracterizar de “nuevo puritanismo”. Sus promotores no soportan el disenso, al grado de haber impulsado una persecución sobre dos ejes: uno, el acoso cultural en los medios de comunicación, universidades y medios intelectuales, acusando a cualquier crítico de promover el “hate speech” (discurso de odio) y de ser “bigots” (radicalmente intolerantes); dos, avanzar a la criminalización del ese disenso.

5.- Quienes promueven este proyecto, sonadamente Clinton, se identifican por proponer el aborto hasta el noveno mes, la eutanasia disfrazada de suicidio asistido, el vaciamiento de significado de las institución matrimonial y familiar, así como el desprecio por los rezagados cuyas vidas “no merecen ser vividas”.

6.- A este proyecto Juan Pablo II le llamó la cultura de la muerte, Benedicto XVI la dictadura del relativismo y el Papa Francisco lo denuncia como la cultura del descarte. Poca sorpresa, quienes promueven esta agenda consideran como su principal enemigo a los cristianos, sonadamente los católicos. Por eso han querido reducir la libertad religiosa a la simple práctica del culto y han elaborado una estrategia de ataque y desgaste contra la Iglesia. Políticos como Joe Biden, Nancy Pelosi y Tim Kaine, compañero de fórmula de Clinton, se presentan como la vanguardia progresista de la Iglesia, como el magisterio alternativo en oposición al supuesto conservadurismo de los obispos. Una trampa nada novedosa, usada reiteradamente a lo largo de la historia por quienes, ante la imposibilidad de someter a la Iglesia, buscan dividirla.

7.- Desde hace años vienen creciendo los cuestionamientos a esta agenda radical e intolerante, despreciados por el grupo Obama-Clinton. En su afán impositivo fueron demasiado lejos, por lo que sectores importantes de la sociedad civil decidieron ponerles un alto. Y lo lograron. Esto no es suficiente para explicar el triunfo de Trump, pero estoy cierto que fue un factor importante.

8.- En esta batalla puritana y maniquea el sentido común ha sufrido grave violencia. ¿Será posible recuperarlo? No lo creo, no en el mediano plazo. Cuando el sentido común sufre, la razonabilidad se ausenta y las ideologías de cualquier signo se abren camino fácilmente. Su objetivo no es comprender, sino alcanzar el poder polarizando, dividiendo, lastimando.

9.- Estas elecciones han dejado una sociedad herida, dividida, lastimada, resentida y fraccionada por raza, clase y género. Están urgidos de tender puentes, para promover encuentros. Esto difícilmente lo podrán hacer los políticos que sacan raja de la división, ciertamente no Trump y mucho menos Clinton. La iniciativa tendrá que venir necesariamente de la misma sociedad civil. Es aquí donde la Iglesia Católica puede jugar un papel muy importante, por su propia vocación al diálogo y porque no existe otra institución que tenga presencia en cada rincón de la sociedad.

 

 

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